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Aneurisma micótico

(Del griego mykés, hongo). Término creado por Osler en 1885 para designar al aneurisma arterial debido a una localización bacteriana sobre las paredes del vaso en el curso de una endocarditis infecciosa subaguda.

Osler utilizó el término aneurisma micótico para describir los aneurismas ocasionados por émbolos sépticos secundarios a endocarditis bacteriana; sin embargo, el término no es correcto y causa confusión, por lo que se incorporó el adjetivo verdadero para referirse a los aneurismas que son causados por hongos.

Algunos prefieren denominarlos “aneurismas infecciosos” y distinguirlos con el adjetivo bacterianos o fúngicos, según sea el caso

Poco frecuente, representan el 0,7 a 5,4% de todos los aneurismas intracraneales 1).

Se ha incrementado la frecuencia de infecciones micóticas oportunistas como resultado de:

Administración de tratamientos inmunosupresores por una cantidad creciente de padecimientos (como enfermedades hematológicas, leucemias y linfomas, enfermedades autoinmunológicas y enfermedades posteriores a trasplantes, entre otras), aumento de la incidencia de infección por VIH y por enfermedades degenerativas –como diabetes mellitus– e incremento de la esperanza de vida de la población, que se relaciona con la incidencia mayor de neoplasias malignas y su tratamiento, así como con la administración de antibióticos de amplio espectro. Dichas infecciones también pueden manifestarse en individuos inmunocompetentes 2)

Los agentes patógenos que pueden producir estas lesiones son bacterias, hongos y virus, aunque gran parte de ellos (igual o más de 86%) son consecuencia de infecciones bacterianas, ocasionadas principalmente por Staphylococcus aureus y Streptococcus spp.

Otros microorganismos que pueden desencadenar este tipo de lesión vascular son: enterococos, Mycobacterium tuberculosis, Aspergillus sp., Candida sp., cigomicetos y Cardiobacterium hominis, entre otros; recientemente se han identificado infecciones de origen viral, como lo son las infecciones por varicela zoster y las secundarias a arteriopatía infantil asociada con infección por virus de la inmunodeficiencia humana

Históricamente el tratamiento ha consistido en la cirugía y antibióticos con uso limitado de la terapia endovascular por el riesgo de sobreinfección, ya que se teme la introducción de un cuerpo extraño a una región infectada, aunque no se han publicado sucesos de este tipo.

Dada la falta de ensayos controlados aleatorios, no hay ninguna recomendación ampliamente aceptada 3).

A pesar del diagnóstico oportuno y del tratamiento intensivo (incluso, con antibioticoterapia intratecal), la mortalidad es muy elevada 4)


1)
I. Nakahara, M. M. Taha, T. Higashi et al., “Different modalities of treatment of intracranial mycotic aneurysms: report of 4 cases,” Surgical Neurology, vol. 66, no. 4, pp. 405–409, 2006.
3)
A. F. Ducruet, Z. L. Hickman, B. E. Zacharia et al., “Intracranial infectious aneurysms: a comprehensive review,” Neurosurgical Review, vol. 33, no. 1, pp. 37–45, 2010.
4)
Sundaram C, Goel D, Uppin SG, Seethajayalakshmi S, Borgohain R. Intracranial mycotic aneurysm due to Aspergillus species. J Clin Neurosc 2007;14:882-886.
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  • Última modificación: 2019/09/26 22:16
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