bienvenido_ros_lopez

29.4.2018

Sus manos operan los cerebros de los niños de Málaga y otras zonas limítrofes; incluso de los recién nacidos prematuros. Bienvenido Ros es el responsable de Neurocirugía infantil del Hospital Regional. Tras 20 años como especialista, se ha labrado un gran prestigio profesional. Oriundo de un pueblo granadino de 3.000 habitantes, es muy sereno y cercano. Defiende la utilidad de la tecnología, pero rechaza que nos esclavice. Por eso confiesa que tras probar el whatsapp ha preferido la tranquilidad de vivir sin él.

-¿Le han temblado las piernas alguna vez al operar?

A TODOS LOS CIRUJANOS EN ALGUNA OCASIÓN NOS TIEMBLAN LAS PIERNAS. NOS HA PASADO A TODOS Y NOS PASA“

-Claro que sí. Me imagino que a todos los cirujanos en alguna ocasión. Y todavía me puede pasar. Con los años se coge experiencia, pero en esta especialidad hay determinadas cirugías muy complejas, de mucho riesgo y quien esté libre de pecados, que tire la primera piedra. Nos ha pasado a todos y nos pasa.

-¿Cuántos años lleva como neurocirujano?

-Yo empecé a formarme en la especialidad el 3 de enero de 1994. Voy a cumplir 25 años. La formación MIR son cinco años, voy a cumplir 20 años de especialista.

-¿De qué se siente más orgulloso en todos estos años?

-De lo que me siento más orgulloso es de haber podido continuar y desarrollar la Neurocirugía infantil en Málaga. La actividad lleva muchos años más que yo, lógicamente, pero en un momento me pasaron ese testigo, esa responsabilidad y me siento orgulloso de que esa subespecialidad no haya venido a menos, sino que haya progresado y mejorado.

-¿Por qué Neurocirugía y por qué niños?

-Yo he querido ser médico desde niño aunque en mi familia no había tradición. Pero me dio por ahí. Yo quería hacer algo en lo que pudiera trabajar con las manos y durante la carrera me gustaba mucho la Neurología y la anatomía del sistema nervioso. Y todo eso se reúne en esta especialidad. ¿Por qué niños? Casi por casualidad. Me gustaba cualquiera de las ramas de la Neurocirugía y el neurocirujano infantil que trabajaba aquí, el doctor Roberto Nader, cogió una baja por una cirugía de cataratas. Alguien tenía que quedarse al cargo y mi jefe de servicio, el doctor [Miguel Ángel] Arráez, no sé que me vio que me pidió que lo hiciera yo. Vine por tres meses y ya no me fui.

-¿En su mesa de operaciones puede haber niños de días?

-Sí, desde recién nacidos y a veces prematuros. Operamos a niños con un poco más de un kilo.

-Y en la cabeza…

-En la cabeza o en la médula.

-Operar niños, en la cabeza y con la familia en la puerta del quirófano. ¡Qué presión!

-Bueno es algo que lleva consigo esta parte de la Neurocirugía, que estás tratando con niños y con los padres. Los padres lógicamente cuando un hijo entra en un quirófano están muy nerviosos y cuando es algo delicado como esto, todavía más. Los padres muchas veces nos dicen en la puerta del quirófano la frase de 'lo dejo en sus manos'. Esa frase todavía cuando me la dicen se me clava un poco dentro porque efectivamente dejan en tus manos a su hijo. Al principio es una responsabilidad que no te deja dormir y después con la experiencia te vas acostumbrando. Ahora lo veo natural.

-Operó primero adultos, luego pasó a niños. ¿Cuántos pacientes ha operado?

-No los he contado. Nosotros hacemos unos 150 intervenciones al año y si multiplicamos [por 20 años que lleva como especialista], pues imagínese. No todos son pacientes nuevos porque hay niños a los que tenemos que operar más de una vez. Seguimos a los pacientes durante toda la infancia y algunos requieren más de una intervención. He podido operar a más de mil, pero es un dato que nunca me había puesto a pensar.

-¿Qué le diría a los padres que están en la puerta del quirófano?

-A mí alguna vez me ha tocado estar de padre en la puerta de un quirófano. Afortunadamente para algo muy sencillo de mi hijo y yo estaba profundamente nervioso y era una intervención sin importancia. ¿Qué les puedo decir? Resulta difícil. Yo siempre les digo que tengan paciencia y tranquilidad. Que tienen que confiar en nosotros. Y si confían en ti, esa esperanza les hace todo más llevadero.

-Lleva 20 años como especialista. ¿Cómo ha cambiado la Neurocirugía?

-Mucho. En primer lugar, en lo tecnológico. Ahora se utilizan en la práctica diaria sistemas como la neuronavegación o la neuroendoscopia. Son rutinarios ya. Antes o no disponíamos de ellos o empezábamos a usarlos. Hoy nuestro quirófano es muy sofisticado; desde usar un sistema de navegación combinado con un endoscopio, un microscopio quirúrgico, un aspirador ultrasónico, ecografías intraoperatorias… A veces no nos damos cuenta porque lo hemos ido incorporando poco a poco, pero cuando miras 20 años atrás, el tema tecnológico ha cambiado muchísimo. Y también ha cambiado en otro sentido. Antes estábamos preocupados de evitar las complicaciones. Queríamos operar a los niños y que no hubiera un daño añadido. Hoy casi lo damos por asumido y la principal preocupación, no es sólo esa, sino el desarrollo futuro funcional del niño. Que el niño después de la intervención pueda volver a tener una vida diaria, escolar y familiar, lo más cerca posible de la normalidad. Esa preocupación por que el niño esté funcionalmente bien es algo que también ha ido cambiando en los últimos años.

-¿La neuronavegación es como operar con un GPS?

-Sí. Eso ayuda mucho. Porque nos permite orientarnos en el sitio de la cirugía porque estamos viendo exactamente en qué punto estamos del cerebro en cada momento.

-¿Y cómo operaban antes?

-Las cosas han mejorado. Hace 20 años eso no lo teníamos, pero el cirujano de hace 20 años comparado con el de hace 40 tenía también más medios. La Medicina evoluciona y a gran velocidad.

-¿Y cómo se traducen esas mejoras en los resultados?

-En reducir el número de complicaciones y en mejorar el pronóstico funcional de los niños. Otro avance tecnológico ha sido la monitorización neurofisiológica. Mientras estamos operando estamos controlando el funcionamiento del cerebro. Eso es un cinturón de seguridad. Nos permite saber antes de terminar la intervención que no hemos añadido ningún daño sobre una estructura cerebral.

-Parece ciencia ficción…

-No lo es, forma parte de rutina de las operaciones de Neurocirugía.

-¿La Neurocirugía en Málaga tiene algo que envidiarle a otros hospitales?

-Siempre hay cosas que se pueden mejorar. Sería fatal considerar que no tenemos nada que mejorar. El estímulo de mejorar tiene que estar presente en el día a día. Siempre hay algún centro mejor que en el que uno trabaja y siempre hay algún neurocirujano mejor. Nuestro objetivo tiene que ser que las diferencias con esos centros sea la menor posible.

-¿Pero hay cosas de las que se sienten orgullosos?

-Por supuesto que sí. Creo que en relación con la Neurocirugía infantil que se puede ofrecer en España estamos muy bien posicionados. Eso a lo mejor suena a falsa modestia, pero lo creo de verdad. En el entorno nacional estamos entre los mejores.

-¿Las familias viven con más incertidumbre las intervenciones en esta especialidad?

-¿Respecto a otras especialidades? Creo que sí. La Neurocirugía es un poco desconocida y se le tiene un poco de miedo. La gente está más acostumbrada a que a su hijo le quiten un apéndice infectado o las amígdalas. Pero cuando hay diagnóstico de un tumor cerebral, la gente se viene abajo. Es algo muy duro de encajar. Nos desconocen un poco y en general se tiene miedo a lo que no se conoce bien. Pero hoy en día podemos operar lesiones bastante complicadas con unos resultados buenos y las complicaciones son muy bajas. Pero el impacto del diagnóstico y que un neurocirujano va operar la cabeza o la médula de tu hijo causa impacto.

-¿Tanto tiempo enganchados a los móviles o el ordenador eso como sienta al cerebro?

-Sobre eso hay muchas noticias, pero noticias con base científica probada no hay. Hoy en día, yo como neurocirujano no puedo afirmar que un móvil sea el responsable de que haya tumores en el cerebro, como he leído en determinados foros. No hay pruebas científicas claras sobre eso. Y cuando no las hay me imagino que es por algo. Yo uso móvil y mis hijos tienen ya su móvil. Creo que no se puede demonizar la tecnología.

-Me refería a las adicciones…

-Eso sí que es preocupante. La tecnología la tenemos que usar para nuestro beneficio, no para depender de ella. Yo no tengo whatsapp, que le llama la atención a todo el mundo. Tenía y lo quité porque no podía sobrevivir con tantas llamadas de whatsapp y ahora vivo mucho mejor. Además, no me he perdido nada. Vivo más tranquilo y si alguien me quiere decir algo, me llama por teléfono. Es preocupante para la gente joven y los niños porque se pierde mucho de la relación personal cuando se hace todo por teléfono.

-¿Tienen proyectos de investigación?

-Colaboramos con la Universidad de Málaga, con el Departamento de Biología Celular. El trabajo lo hacen todo ellos. Nosotros le ayudamos muy poco. Son gente fantástica, muy buena. No nos podemos atribuir el mérito, porque el mérito es suyo. Hemos colaborado en estudios de hidrocefalia experimental para conocer mejor la patología. Hay cosas que aún no conocemos. Puedo estar muy orgulloso de que en este último año hemos conseguido varias publicaciones en revistas internacionales de alto impacto. Mi compañera, la doctora Iglesias, ha desarrollado varias publicaciones y su tesis doctoral respecto a estudios de calidad de vida en niños con hidrocefalia. Estamos muy orgullosos porque creo que somos pioneros en este país y de los pocos centros a nivel internacional que están publicando en ese sentido.

-¿Le han agredido alguna vez?

-Sí, cuando era MIR en Granada. Me cogió del cuello un señor que era una mala persona y se equivocó en aquel momento. No me hizo daño. Yo tendría unos 27 años. Ya lo había olvidado. Me impactó porque no lo entendía porque yo estaba allí para ayudar a un familiar suyo. Físicamente fue una molestia ligera porque me pude escapar, pero durante una temporada me quedé un poco bloqueado.

-¿Por dónde pasa la solución a las agresiones?

-No lo sé. Es un tema de educación de la población. Hay familiares que pueden protestar por algo razonable. Existen cauces para ello y las puertas las tenemos siempre abiertas. Algunas veces pueden tener razón porque nosotros no siempre acertamos. Pero quienes pasan al punto de agresión son personas que tienen un problema de educación de base. Igual en las próximas generaciones eso va desapareciendo.

-¿Qué le mejoraría a Málaga?

-No lo sé porque llegué a Málaga hace casi 20 años y lo único que he visto es un cambio tremendo, a mejor. Ha habido un importante desarrollo de las infraestructuras. La conexión ferroviaria, la nueva terminal del aeropuerto… De hecho no para de venir gente. El desarrollo de la ciudad es fantástico. ¿Cómo mejorar eso? No sé si se puede mejorar. En ese sentido, yo estoy muy feliz de vivir en Málaga por su calidad de vida.

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