salomon_hakim

(Barranquilla 4 de junio de 1929 - Bogotá 5 de mayo de 2011)

Fue un médico e investigador colombiano, descendiente de inmigrantes libaneses.

Bachiller del Colegio Interno de San Bartolomé la Merced de Bogotá, jugaba a la física, hacía mecánica, cacharreaba con aparatos eléctricos, construía sistemas de comunicaciones con transmisores pequeños, y estaciones de radio con las cuales se comunicaba todas las mañanas con su padre en Ibagué.

En el Conservatorio del Tolima, aprendió a escuchar música, así como a interpretarla. En 1996, visitó a su directora, doña Amina Melendro de Pulecio, y recordó viejos tiempos. Se sentó al piano e interpretó un vals de Chopin y un pasillo tolimense. La música lo acompañó siempre.

Estudió medicina en la Universidad Nacional de Colombia, donde se graduó con tesis laureada.

Se especializó en neurocirugía en la clínica Lahey de Boston y neurología y neuropatología en el Massachusetts General Hospital de Boston.

A su regreso a Colombia, desarrolló una importante actividad neuroquirúrgica en los hospitales universitarios de San José, San Juan de Dios, y como jefe del Servicio de Neurocirugía y del Departamento de Investigación del Hospital Militar Central.

En sus ratos libres estaba investigando la historia clínica del compositor francés Maurice Ravel, quien al parecer había fallecido a causa de Hidrocefalia con Presión Normal o Síndrome de Hakim, enfermedad que describió el en 1957 y lo llevó a ser el creador de la válvula que lleva su apellido ‘Válvula de Hakim’.

La música y matemáticas, le permitieron desarrollar su habilidad para la práctica científica.

Implantó la primera de esas válvulas en la mitad del siglo pasado y describió la hidrocefalia normotensiva, como un cuadro clínico que se conoce como ‘síndrome de Hakim’”.

Lo describió en Colombia en la tesis de grado No.957 de la Universidad Javeriana de Bogotá (marzo de 1964), que fue elaborada bajo la dirección y asesoría del neurocirujano colombiano Salomón Hakim Dow, quien a la sazón prestaba sus servicios en el Hospital Militar Central de Bogotá.

La autora – Olga de Heredia- fue compañera de estudios del editor de Tensiómetro Virtual.

La tesis llevó el título de Algunas observaciones sobre la presión del LCR. Síndrome hidrocefálico en el adulto, con presión normal del líquido céfalo-raquídeo.

Posteriormente el doctor Hakim –junto al neurocirujano Raymond Adams (profesor de la Universidad de Harvard), hizo al año siguiente una publicación indexada del estudio en la revista Journal of Neurological Sciences. De allí salió la famosa Válvula (programada) de Hakim, a la que este profesor ha dedicado su vida, perfeccionándola constantemente.

Según el libro Inventos y patentes en Colombia 1930-2000 , publicado por el ITM, la válvula Hakim, de unos 70 milímetros de largo, funciona por medio de un motor paso a paso.

No fue la primera válvula de su clase, pero sí la que innovó en cuanto a tamaño, mecanismo y materiales. Hoy en día, se les implanta a unas 100 mil personas al año en todo el mundo.

Tuvo alrededor de 30 patentes por inventos.

Hakim demostró elegantemente el fenómeno de la prensa hidráulica (mayor fuerza a mayor área del continente) donde la hidrocefalia se produce por la fuerza que ejerce el LCR retenido sobre las paredes de los ventrículos laterales del cerebro. Posteriormente Donald Price demostró la migración del líquido a través de las paredes del epéndimo ventricular, algo que claramente se puede apreciar con la resonancia magnética.

En 1993 la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, ACAC, le entregó el Premio Nacional al Mérito Científico el doctor Salomón Hakim Dow resaltó en sus palabras de agradecimiento: “País que no siga la evolución tecnológica, se va marginando”.

El científico falleció el 5 de mayo de 2011 a los 81 años de edad en la Fundación Santa Fe de Bogotá, a causa de una hemorragia cerebral, por anticoagulantes para tratar una patología que padecía en unas de sus piernas.

Los conocimientos de Salomón Hakim, así como su manera de analizar y reflexionar sobre lo más sencillo hasta lo más complicado, siguen vivos, vigentes, y germinarán como semillas para el desarrollo de muchas más investigaciones. No serán como el río Combeima, al que solía escuchar de niño, y que en 1996, cuando se asomó a verlo y encontró solo un riachuelo exclamó: “El Combeima se quedó mudo”.

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