sixto_obrador_alcalde

Pionero de la neurocirugía española, nació en la desaparecida calle del Puente, de Santander, el 16 de noviembre de 1911, su padre fue un empleado del Ferrocarril de la Costa, con destino durante un tiempo en Ampuero y, por parte de madre, vinculado a Reocín; lugares en los que se reparte la niñez -junto a los viejos trenes de vapor- de quién con el tiempo pasaría a ser uno de los gigantes de la medicina española.

Comenzó a estudiar en los Agustinos, para incorporarse finalmente al nuevo Colegio Cántabro, inaugurado en 1924.

Tres años después, el joven Obrador ya está instalado en una pensión en la zona de Delicias y Embajadores, en Madrid, donde va a poner en marcha sus sueños e ilusiones de convertirse en médico investigador. Cuenta entonces dieciséis años y la carrera va a discurrir con normalidad, sin sobresaltos en las notas, logrando con veintiún años el título de Medicina.

No tuvo prisa el joven Obrador para ejercer la profesión por la que sintió una irrefrenable pasión; su intención fue seguir formándose y tras un paso breve por el Hospital de San Rafael –hoy sede del Parlamento de Cantabria-, se traslada a Madrid donde visita con frecuencia la biblioteca del Instituto Cajal, lugar de gran simbolismo para Obrador, en el que tratará a don Santiago Ramón y Cajal.

En 1933 se incorpora al Hospital Valdecilla, inaugurado cuatro años antes, que entonces dirigía don Wenceslao López Albo. Solicitó acudir al Servicio de Neurología y Psiquiatría, encomendado al doctor Aldama, con quien se formaron importantes psiquiatras españoles. Eran tiempos en los que esta especialidad se movía más en el plano de lo teórico que en lo práctico, y a esto último se va a dedicar, en esta primera etapa, el doctor Obrador, que busca la raíz de los trastornos psíquicos en la alteración del cerebro para llegar a la neurofisiología.

Un momento clave en la vida de Sixto Obrador se produce cuando el doctor Pío del Río Hortega, que tanto contribuyó a dar a conocer en el exterior la obra de Cajal, le insinuó su dedicación a la neurocirugía. En un artículo de Obrador, en 1965, en la Revista Española de Oncología, lo evoca así:

“Recuerdo que en una ocasión le pregunte a don Pío por que el material de tumores cerebrales provenía casi en su totalidad de París y por que no existían neurocirujanos en España. Su respuesta fue contundente y me dijo que era necesaria la especialización en este campo. Al insistir sobre este tema él me dijo: ¿Por qué no se dedica usted a esto?.”.

En la órbita de Jiménez Díaz –su maestro en la Clínica Médica-y al amparo de la Escuela de Cajal, Obrador que para entonces ha culminado sus estudios de doctorado, fija su mirada en Oxford para hacer realidad una idea muy meditada: combinar la práctica médica con la investigación, si bien antes de llegar a la prestigiosa universidad hará una escala de unos meses en Alemania, donde ya estaba en pleno desarrollo la neurocirugía.

Instalado en Oxford y en contacto con los mejores investigadores, bajo la dirección de Charles Scott Sherrington, Premio Nobel de Medicina, el doctor Obrador que cuenta con veinticinco años, logró una importante beca, ampliable a Estados Unidos, que se vio anulada tras el inicio de la guerra civil. Para entonces, ya no hay fronteras en sus inquietudes y se traslada a varias clínicas americanas y a Canadá, para residir durante un tiempo en Méjico–ya había contraído matrimonio en Inglaterra- al suspenderse las actividades en Oxford por causas de la II guerra mundial.

Fue en 1945 cuando Obrador decide regresar a España para trabajar con don Carlos Jiménez Díaz, el prestigioso catedrático de medicina interna de la Universidad Central, con quién había mantenido una abundante correspondencia en los años de Méjico. Ya en Madrid va a participar en la fundación del Instituto de Neurocirugía, que va a ser el gran vivero de los especialistas que van a realizar la mayoría de las intervenciones más novedosas de España y, en parte, de Europa. Son tiempos en los que la personalidad de Obrador crece y se agiganta;va creando escuela y comienza a tener influencia en el régimen político en cuanto a lograr más fondos públicos para el desarrollo de la neurocirugía, tiempo en el que Obrador comienza a escribir libros y colaborar en las revistas especializadas más prestigiosas.

El medico cántabro va a estar ligado entre los años que van de 1947 hasta su muerte, en 1978, con los centros hospitalarios más importantes, creando y potenciandolos servicios de Neurocirugía de la Clínica Nacional del Trabajo, Hospital de la Princesa, el Gran Hospital, Instituto Nacional del Cáncer, Clínica de la Concepción, Centro Nacional de Especialidades Quirúrgicas y, finalmente, entre 1965 y 1974, el emblemático Hospital de La Paz y, entre este año y 1978, en el gran Centro Ramón y Cajal, en pleno desarrollo de la Seguridad Social en España y para el que contará, igualmente, con el decidido apoyo del entonces ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente.En La Paz promueve su gran apuesta para crear un gran servicio de Neurocirugia -de vanguardia en Europa- que contó con un colaborador excepcional, también fallecido, el doctor Guillermo Dierssen.

El prestigio internacional de Obrador le proporcionó que la primera operación quirúrgica en La Paz fuera obra suya.

Los años setenta representan la culminación de su obra investigadora y médica al presidir en Madrid el III Congreso Europeo de Neurocirugía. Son tiempos en los que contrasta su espíritu liberal por formación con un talante autoritario por temperamento, a juicio de sus biógrafos que le conocieron en el trato profesional cercano. Fue uno de los médicos del dictador Franco en su larga agonía de octubre-noviembre de 1975 y puede afirmarse que hasta el último de sus días mantuvo su pasión por la medicina.

El doctor Obrador era partidario de una investigación coordinada para lo que pretendía contar con la colaboración directa de neurofisiólogos, neuropatólogos, neuroquímicos, neurólogos, psiquiatras, psicólogos y neuroanestesistas entre otros especialistas médicos.

El lema del neurocirujano fallecido era que todo enfermo del sistema nervioso debe tener en España una buena asistencia neurológica y neuroquirúrgica especializada. Pese a que el aproximadamente centenar de neurocirujanos españoles son discípulos suyos, el doctor Obrador había dicho: «Siempre es necesario tener presente en nuestra labor la humildad e insignificancia de la propia obra. Apenas representa un corto y efímero eslabón de contacto entre pasadas y futuras generaciones. Estamos obligados a crear en todo momento el clima y el ambiente adecuados para el desarrollo futuro de nuestras disciplinas. Por esta razón he consumido mucho tiempo en la enseñanza y divulgación para los médicos.»

Falleció el 27 de abril de 1978 a los 66 años de edad, a consecuencia de un cáncer de páncreas.

El doctor Obrador había sido ingresado en el centro de especialidades médicas Ramón y Cajal, cuyo departamento de neurocirugía puso en funcionamiento, y fue asistido en todo momento por el doctor internista Manuel Serrano Ríos.

Con su muerte prematura -contaba sesenta y seis años- la neurocirugía española perdió su científico e investigador que aún tenía mucho que aportar en el cénit de sus conocimientos y experiencias.

Bibliografía

Gutiérrez Gómez, Diego e Izquierdo Rojo, José María, autores del libro El doctor Obrador en la Medicina de su tiempo, con prólogo de Carlos Castilla del Pino. Santander 1998. El doctor Izquierdo, catedrático de Neurocirugía, fue colaborador del doctor Obrador en el Hospital de La Paz.

En la entrada de Urgencias hay plantado un olivo de anchas hojas junto a la estatua de Cajal. Y no ha crecido ahí por simple azar, pues el olivo es el árbol de la sabiduría y al consagrarlo a Cajal encontró un lugar adecuado. Siempre verde por naturaleza, tiene el olivo una peculiaridad que resulta muy apropiada para las vicisitudes humanas, como las que conducen al hospital, y es que el olivo en verano muestra lo blanquecino de sus hojas, mientras que en invierno cambia la parte más blanquecina, augurando así que va a mutar las tinieblas de los peligros en claridad, la oscura ignorancia en conocimiento, la enfermedad en salud.

Ahí donde está ahora la Urgencia, en el jardín que allí había antes, fueron aventadas las cenizas de Obrador, junto a la estatua de Cajal, según su voluntad. A él fue a quien se le ocurrió poner el nombre de Ramón y Cajal a nuestro hospital, ya que no sólo conoció a Cajal, al que veneraba, sino que estudió y trabajó con varios de sus discípulos. Obrador fue a su vez uno de los últimos becarios de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), que presidió Cajal desde su creación (1, 2).

Con motivo de la celebración del XXX Aniversario de la fundación del Hospital Universitario Ramón y Cajal (HURYC) en el año 2007, se presentan aquí las ponencias dictadas en el Ateneo de Madrid en honor a Cajal por médicos de este hospital: “Influencia de la labor pedagógica y cultural de Cajal en Iberoamérica”, por Washington Buño Buceta, en la mesa redonda “Cajal: el hombre”, en 1984, y “Cajal y su cigarral de Amaniel”, por el autor de estas líneas, en los “Cien años del Nobel de Santiago Ramón y Cajal”, en 2006.

Cajal fue socio de mérito del Ateneo de Madrid, donde impartió varios cursos sobre el sistema nervioso a finales del siglo XIX (3). Desde su fundación en aquel siglo, esta Docta Casa destacó por favorecer el ambiente necesario para recuperar en nuestro país el aprecio por la ciencia en el desarrollo de una sociedad moderna (4). En ese entorno fue creada en 1876 la Institución Libre de Enseñanza, cuyos miembros fueron los promotores de la JAE, fundada en 1907 y al amparo de la cual se produjo en España una considerable elevación del nivel científico durante el primer tercio del siglo XX, la Edad de Plata de la cultura y de la ciencia españolas (5). Después, será el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) el que herede y continúe hasta hoy la obra de la Junta (6). Para celebrar el I Centenario de la fundación de la JAE el gobierno de la nación declaró el 2007 como Año de la Ciencia en España (2).

En la feliz coincidencia del I Centenario de la JAE y el XXX Aniversario del HURYC, Obrador es un vínculo excepcional entre aquellos años argénteos de la ciencia española, Cajal, la JAE y nuestro hospital, por lo que aquí recordaremos los momentos de mayor interés en su formación médica durante esa época. Sixto Obrador Alcalde fue uno de los más activos promotores del HURYC y un elemento clave en su concepción como centro asistencial, docente y de investigación científica (7). Esta idea de centro hospitalario la conoció Obrador durante sus años de especialización médica, gracias sobre todo al productivo ambiente científico que favoreció la JAE y a sus becas para el extranjero, que le permitieron tratar con la elite de la ciencia de su época y trabajar en varias universidades y hospitales europeos y americanos.

El mismo año que Obrador empezó a estudiar medicina en Madrid (1927), Carlos Jiménez Díaz ganó su Cátedra de San Carlos con a penas 28 años. Tres cursos después, en las Clínicas Médicas, fue alumno interno suyo y comenzó a forjarse entre ambos una sólida y duradera relación. Los consejos de Jiménez Díaz le ayudaron mucho a orientar y consolidar su especialización y a desarrollar más tarde su carrera profesional (8). Ya en esos años, Jiménez Díaz venía pensando en formar un centro médico donde la asistencia, la enseñanza y la investigación fueran un todo fuertemente unido, lo que acabaría llevando a cabo años después con su Instituto de Investigaciones Clínicas y Médicas, luego Fundación Jiménez Díaz, en el que Obrador sería jefe quirúrgico de la Estación Neurológica (9). Jiménez Díaz fue becario de la JAE, como también lo fueron varios de sus primeros colaboradores: Pedro de la Barreda y Espinosa, Francisco Grande Covián, Manuel Morales Pleguezuelo, Juan Felipe Morán Miranda y Severo Ochoa de Albornoz (1).

Obrador había sido un estudiante mediocre en la carrera, pero después desarrolló una intensa actividad académica y científica al comprender que necesitaba enriquecer su currículum y ampliar sus estudios. En el primer año tras la licenciatura hizo por su cuenta sendas visitas de dos meses a la Clínica Neurológica de la Universidad de Viena y a la Wenzel-Hancke-Krankenhaus de Breslau. Aquí conoció a Otfrid Foerster, quien había obtenido notables resultados neuroquirúrgicos en el tratamiento de las epilepsias por heridas de guerra. Para localizar el foco epiléptico durante sus intervenciones, Foerster usaba estímulos eléctricos de la superficie del cerebro y, como primicia médica, el registro gráfico directo de la actividad eléctrica de la corteza cerebral y de los eventuales fenómenos epilépticos. En el examen histopatológico de las muestras que se obtenían en estas intervenciones se utilizaban algunas técnicas de la escuela de Cajal, cuyo empleo en Breslau había facilitado Wilder G. Penfield, cirujano canadiense que colaboró con Foerster en los años veinte, tras haberlas practicado antes con Río Hortega en Madrid, en los laboratorios de la Residencia de Estudiantes. (8, 10)

A su regreso a España, Obrador, que era montañés y cuyos padres vivían en Santander, asiste al Servicio de Neurología y Psiquiatría de la Casa de Salud Valdecilla, inaugurada en 1932. Aquí colabora con José M. Aldama, el jefe de esta unidad y que había sido becario de la JAE (1), al que ayuda en las tareas clínicas y neuroquirúrgicas. En Valdecilla hizo Obrador su primer trabajo de investigación, en el quirófano experimental, sobre las convulsiones epilépticas provocadas con extractos de cerebro en diversos animales. En esta Casa de Salud conoció a Pío del Río Hortega, que dirigía el Laboratorio de Anatomía Patológica y Cancerología, al que iba periódicamente. (8)

Al año siguiente Obrador vuelve a Madrid, donde hace los cursos del doctorado y asiste a los laboratorios de Río Hortega y de Gonzalo Rodríguez Lafora, dos de las principales figuras de la escuela de Cajal y antiguos becarios de la JAE (1). Con Río Hortega practica las técnicas de histología e histopatología del sistema nervioso y estudia su valiosa serie de tumores cerebrales, tanto en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica de la Residencia de Estudiantes, en la Colina de los Chopos, como en el Instituto Nacional del Cáncer, entonces en el Parque del Oeste. Laboratorio e Instituto que dirigía Río Hortega, quien le sugirió, como nos recuerda Obrador, que podría dedicarse a la neurocirugía, pues la creía necesaria en nuestro país, en el que aun no existía como especialidad. (8)

Pero en esos días Obrador estaba más interesado en familiarizarse con las técnicas y equipos de fisiología y seguir investigando en epilepsia, por lo que se puso en contacto con Rodríguez Lafora, que dirigía el Laboratorio de Fisiología Cerebral en el nuevo edificio del Instituto Cajal, en el cerro de San Blas, junto al Observatorio Astronómico. En éste laboratorio trabajó con Miguel Prados Such, uno de los primeros colaboradores de Lafora y que también había sido becario de la JAE (1). Con él llevó a cabo investigaciones en animales sobre las influencias endocrinas en la actividad epiléptica cerebral. (8, 11)

Fue en esta época cuando conoció a Cajal, en la biblioteca de su propio Instituto. Obrador tenia ganas de conocerlo, según nos confiesa, y le rogó a Kety, Enriqueta Lewy, secretaria del gran maestro, que se lo presentara. Cajal se interesó por lo que estaba haciendo allí aquel joven, y éste le pidió una separata de su último trabajo, ¿Neuronismo o Reticularismo?, que Cajal le dio y le dedicó, y que Obrador conservaría como una joya (12).

Fruto de la labor que realizó en los dos primeros años después de acabar su carrera, 1932-1934, Obrador publicó seis trabajos, la mayor parte de ellos de carácter experimental en relación con la epilepsia y obtuvo, además, el premio anual de la Real Academia Nacional de Medicina con el ensayo “La patogenia de la epilepsia”, que conllevó el nombramiento de Académico Corresponsal, con todo lo cual solicitó una pensión a la JAE para ir a estudiar neurofisiología a Inglaterra (8). Según su correspondencia con José Castillejo, secretario de la JAE, Obrador había decidido orientar su actividad en dicha dirección siguiendo los consejos de Jiménez Díaz, Lafora y Prados, dado el interés que mostró por la investigación neurológica y la casi nula presencia de neurofisiología en España (1). En junio de 1934 la JAE le concedió una pensión para ampliar estudios en Inglaterra durante nueve meses, que le fue prorrogada por tres más en el verano de 1935 con la mediación de Lafora ante Ignacio Bolíbar, el nuevo presidente de la JAE después de Cajal (1, 8).

Es muy probable que Obrador estuviera entonces al corriente, cuando solicitó dicha pensión, del proyecto de crear dentro del mismo Instituto Cajal un centro de investigaciones neurológicas que coordinara los estudios médicos y los básicos, y que contaría con una clínica de neurología con capacidad para 30 pacientes, un quirófano neuroquirúrgico y laboratorios de neurofisiología, fisiología cerebral y farmacología, según habían propuesto Cajal, Tello y Lafora a la JAE en 1932 (11, 13). Todo lo cual ofrecía a Obrador un estimulante panorama de futuro trabajo, más aún teniendo en cuenta el destacado protagonismo de Lafora en ese proyecto y su gran prestigio personal, así como las magnificas relaciones que estableció Obrador con él y con Prados desde que se conocieron (1, 8).

Obrador llegó a Inglaterra en octubre de 1934 y permaneció allí un año y cuatro meses. En los primeros cinco meses trabajó con Charles Scherrington, en el Laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oxford, bajo la supervisión de John Eccles, donde hizo un estudio neurofisiológico del sistema nervioso simpático lumbar en gatos, que al año siguiente envió como tesis doctoral a la Universidad de Madrid para su calificación (1, 8). Scherrington había recibido el premio Nobel de Medicina dos años antes, en 1932, junto a Edgar Adrian, como Eccles lo recibiría en 1963, con Alan L. Hodgkin y Andrew F. Huxley, todos ellos por sus descubrimientos sobre la fisiología de la neurona. Sherrington había sido en su juventud el mentor y anfitrión de Cajal en Londres, al que alojó en su casa cuando fue allí en 1894 a dar su Croonian Lecture y recibir el muy preciado FRS –Fellow of the Royal Academy of Sciences (14); no diría luego Cajal nada esencialmente nuevo sobre su concepto de neurona más de lo que dijo en aquella trascendental conferencia.

Durante su estancia en el Reino Unido, Obrador asistió además a diversas clínicas: al Hospital Nacional de Enfermedades Mentales en Londres, Queen Square, donde colaboró con D. Denny Brown y Carmichel en estudios neurofisiológicos sobre la transmisión del dolor en humanos; al Hospital Maudsley, también en la capital inglesa, aprendiendo técnicas de análisis del metabolismo cerebral; al Servicio de Neurocirugía de Norman Dott en Edimburgo, en Escocia, uno de los pionero en la cirugía de los aneurismas intracraneales y en el uso diagnóstico de la angiografía cerebral, introducida poco antes por Egas Moniz; y al Instituto Nuffield, en Oxford, con Hugh Cairns. Este y Dott eran discípulos destacados de Harvey W. Cushing, gran cirujano norteamericano y fundador de la neurocirugía moderna. (1, 8)

En junio de 1935 se celebró en Londres el II Congreso Internacional de Neurología, en el que Obrador presentó una comunicación sobre el sistema simpático en colaboración con Odóriz –un médico argentino, compañero suyo en Oxford. Además, Obrador participó muy activamente en la sección de epilepsia de este congreso, discutiendo sus conclusiones sobre los experimentos de epilepsia que había realizado con Prados Such en el Instituto Cajal. Durante el congreso, Obrador coincidió con Lafora y Prados, que también participaban, quienes le hablaron de la posible ayuda de la Fundación Rockefeller para establecer en el Instituto Cajal el proyectado centro de investigaciones neurológicas clínicas y experimentales antes referido y en el que, según cuenta Obrador que le insinuaron, hubiera podido incluso llegar a trabajar con ellos, por lo que le recomendaron ampliar su viaje de estudios a EEUU. Obrador era entonces, en opinión de Castillejo, uno de los jóvenes en quien Lafora tenía cifradas mayores esperanzas. (1, 8)

Tras obtener con este fin una prórroga de nueve meses para su pensión de la JAE, Obrador embarcó rumbo a América en febrero de 1936, no sin antes casarse en Oxford, en Saint Aloysius, con Margaret Blanchard Kennedy, que le acompañó. Durante su estancia en EEUU, trabajó primero en neurofisiología con John Fulton, en el Laboratorio de Primates de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, en New Haven, Conética, donde estudió los cambios posturales y la espasticidad muscular producidos en monos mediante lesiones de diferentes zonas de la corteza cerebral. En julio marchó a Boston, Massachusetts, asistiendo a la Clínica Lahey, con Gilbert Horrax, en Harvard, del que estudia sus técnicas neuroquirúrgicas. Después se fue a Canadá, al Instituto Neurológico de Montreal, especializado en epilepsia y en su tratamiento neuroquirúrgico, bajo la dirección de W.G. Penfield, en el Royal Victoria Hospital de la Universidad McGill. (1, 8)

El 14 de septiembre de 1936, casi dos meses después de comenzar la guerra civil española y en su octavo mes de estancia en América, Obrador escribe desde Montreal al secretario de la JAE: “en estos días doy por terminada la prórroga de mi pensión y marcho por tanto a Europa, ya que no creo pueda recibir el pago de los meses atrasados de mi pensión” (1). Aunque hasta diciembre de 1936 el Ministerio de Instrucción Pública no declaró canceladas las pensiones concedidas por la JAE antes del 18 de julio de 1936, las actividades de la Junta terminaron de hecho con el estallido de la guerra (15).

Obrador regresa a Inglaterra a principios de 1937, tras prolongar su estancia en Canadá, dado su interés en conocer la organización del Instituto Neurológico de Montreal, y visitar luego varias unidades neuroquirúrgicas en EEUU, la de Charles Frazier en Filadelfia y la de Charles Elsberg en Nueva York, destacadas en neurocirugía espinal. De vuelta al Reino Unido, obtiene una modesta beca local para colaborar en el Servicio de Neurocirugía de Norman Dott en Edimburgo, con quien ya había trabajado en su estancia previa becado por la JAE, ampliando su experiencia con la angiografía cerebral y con los aneurismas intracraneales. Pocos meses después, Obrador se lleva a sus padres a Inglaterra, hasta que el rumbo de los acontecimientos bélicos en España les permitió regresar a Santander, lo que hicieron en agosto de 1937. Pero Sixto Obrador, que se encontraba en edad militar y cuya quinta había sido movilizada, amplió aun su estancia en Escocia durante varios meses, dedicado a la neurocirugía experimental en el Departamento de Neurocirugía de Kinnier Wilson en Aberdeen, hasta que decidió incorporarse a filas y volver a España a principios de 1938. (8)

Gracias a su condición de médico, a sus conocimientos neuroquirúrgicos y a la mediación de su padre con Antonio Vallejo Nájera, entonces Coronel de Sanidad Militar, fue destinado al Servicio de Cirugía del Hospital Militar de Burgos, como colaborador de Rafael Vara López, donde adquirió gran experiencia con la patología neuroquirúrgica de guerra, como los traumatismos craneales, las heridas penetrantes por bala o metralla y los hematomas subdurales. A finales de 1938 fue destinado a uno de los hospitales militares de Santander, en el que prosiguió su labor neuroquirúrgica hasta que acabó la guerra civil española. (8)

Con el fin de la contienda y como becario de la JAE por la Universidad de Madrid, Obrador se vio involucrado en el proceso de depuración por responsabilidades políticas que llevó a cabo el nuevo gobierno de la nación (16), y decide volver a Inglaterra, con la ayuda de sus padres y de sus suegros, para consolidar su formación (8) y acaso esperar el momento idóneo para el regreso a su país.

De nuevo en el Reino Unido desde agosto de 1939, Obrador colabora como research fellow con Hugh Cairns en el Instituto Nuffield, en Oxford, desde donde hace frecuentes visitas a Kinnier Wilson en Escocia. Con ellos, a quienes ya conocía de anteriores estancias, perfecciona su técnica neuroquirúrgica, tanto asistiendo a la clínica y a las intervenciones, como practicando con animales en el quirófano experimental. En el Instituto Nuffield coincidió con Río Hortega, que dirigía allí el Laboratorio de Neurohistología desde poco después de comenzar su exilio. En este año 1939, Río Hortega fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford, en reconocimiento de sus muy importantes aportaciones a la ciencia y a la medicina. (8, 10)

Mientras estuvo en Oxford, Obrador se alojó en casa de sus suegros, con su mujer, y cerca de donde vivía el matrimonio Ochoa, con quienes trabaron muy buena amistad, que siempre conservaron (8). Severo Ochoa había vivido varios años en la Residencia de Estudiantes, donde trabajó en el Laboratorio de Fisiología de Juan Negrín (17), y desde el otoño de 1935 dirigió la sección de fisiología del primer Instituto de Investigaciones Médicas de Jiménez Díaz, que pocos días antes del comienzo de la guerra civil había sido trasladado a la nueva Facultad de Medicina en la Ciudad Universitaria (9). Ochoa salió de España en septiembre de 1936 para proseguir su labor científica, y desde 1937 trabajaba en la Universidad de Oxford (17).

En 1940 Ochoa y Obrador decidieron irse a América dada la militarización de los hospitales y laboratorios ingleses con motivo de la segunda guerra mundial. Ambos matrimonios, Carmen Covián-Severo Ochoa y Margarita Blanchar-Sixto Obrador, hicieron juntos la travesía desde Liverpool a Veracruz, con escalas en Nueva York y La Habana, e incluso vivieron varios meses en la misma pensión cuando llegaron a Ciudad de México, hasta que Ochoa se fue a los Estados Unidos de América. (8, 17)

Obrador permaneció cinco años en México, donde consolidó su formación como neurocirujano. Al poco de llegar, se integró muy bien con los médicos y científicos españoles allí transterrados, a muchos de los cuales ya conocía de su época de estudiante en la Universidad Complutense, de la Casa de Salud de Valdecilla, de la Residencia de Estudiantes, del Instituto Cajal y como becario de la JAE. Con su ayuda, Obrador llevó a cabo en México una intensa actividad neuroquirúrgica y científica, con la que contribuyó notablemente al desarrollo de la neurocirugía y de la ciencia biomédica mejicanas. Cabe destacar, en este sentido, su valiosa participación en el Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos, fundado por Dionisio Nieto Gómez, Gonzalo Rodríguez Lafora, Ignacio González Guzmán e Isaac Costero Tudanca. Este laboratorio nació al amparo de La Casa de España en México (luego El Colegio de México), y con el patrocinio de la Fundación Rockefeller. La Casa fue creada en 1938 por el gobierno mejicano, que presidía Lázaro Cárdenas, para favorecer la inserción y promoción de los cerebros españoles refugiados en aquel país hermano. Años después el Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos sería transformado en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma. (8, 18)

Durante su estancia en México, Obrador publicó más de 60 trabajos, 31 de ellos de carácter experimental, como sus ya clásicas observaciones sobre el edema cerebral, que realizó junto a Jaime Pí y Suñer Bayo en el Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos. Además, siempre que pudo aprovechó para viajar a Estados Unidos y ampliar su formación, bien asistiendo durante estancias de varias semanas a las clínicas de destacados neurocirujanos, entre otras a las de Walter E. Dandy, Percival Bailey y Paul Bucy, o asistiendo a cursos para posgraduados, como el que organizó Walter B. Cannon, premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1932 por sus trabajos sobre la homeostasis. (8)

Obrador volvió a España en 1946, cuando la coyuntura le fue propicia y atendiendo a la llamada de Jiménez Díaz, que le ofreció trabajar en su Instituto. A su regreso inició un fructífero ejercicio neuroquirúrgico que mantuvo hasta el final de su vida, creando la principal escuela de neurocirugía española, y siempre fiel a su gran pasión: que España tuviera un nivel intelectual y científico equiparable al de los países más desarrollados (8).

Bibliografía.-

1. Expedientes de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Madrid, 1907-1936. (Consulta en la Residencia de Estudiantes).

2. Cabrera Calvo-Sotelo. M.: Presentación. En Puig-Samper Mulero, M. A. (editor científico). Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España. Madrid, 2007.

3. Moreno González, A.: Santiago Ramón y Cajal: el tesón patriótico. En Pacheco, D., Díez Torre, A. R. y Sanz, A. (editores): Ateneístas ilustres. Madrid, 2004.

4. Abellán, J. L.: El Ateneo de Madrid. Historia, Política, Cultura, Teosofía. Madrid, 2006.

5. García–Velasco, J.: La Junta para Ampliación de Estudios, la Institución Libre de Enseñanza y la modernización de la cultura española. Boletín de la Institución Libre de Enseñanza; IIª Época, 63-64: 13. Madrid, 2006.

6. Martínez Alonso, C.: Presentación. En Puig-Samper Mulero, M. A. (editor científico). Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España. Madrid, 2007.

7. Ortuño Mirete, J.: Notas contra la amnesia en su primer cuarto de siglo. Historia del HRyC. En Hospital Ramón y Cajal: XXV Aniversario. Madrid, 2003.

8. Gutiérrez Gómez, D. e Izquierdo Rojo, J. M.: El doctor Obrador en la medicina de su tiempo. Oviedo, 1999.

9. Jiménez Díaz, C.: La historia de mi instituto. Madrid, 1965.

10. López Piñeiro, J. M. (Editor): Pío del Río Ortega. Madrid, 1990.

11. González Santander, R.: La Escuela Histológica Española. VI. El Instituto Cajal (1920-1935). Madrid, 2003.

12. Obrador, S.: Presentación. En Rodríguez, E. L. Así era Cajal. Madrid, 1977.

13. Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas: Actas. VII, 57. Madrid, 1932. (Consulta en la Residencia de Estudiantes).

14. Ramón y Cajal, S.: Recuerdos de mi vida. Historia de mi labor científica. Madrid, 1917.

15. Otero Carvajal, L. E.: La destrucción de la ciencia en España. En Otero Carvajal, L. E. (dir.), Núñez Díaz-Balart, M., Gómez Bravo, G., López Sánchez, J. M., y Simón Arce, R. La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo. Madrid, 2006.

16. Otero Carvajal, L. E.: La depuración de la Universidad de Madrid. En Otero Carvajal, L. E. (dir.), Núñez Díaz-Balart, M., Gómez Bravo, G., López Sánchez, J. M., y Simón Arce, R. La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo. Madrid, 2006.

17. Ochoa, S. Escritos. Madrid, 1999.

18. López Sánchez, J. M.: El exilio científico republicano en México: la respuesta a la depuración. En Otero Carvajal, L. E. (dir.), Núñez Díaz-Balart, M., Gómez Bravo, G., López Sánchez, J. M., y Simón Arce, R. La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo. Madrid, 2006.

  • sixto_obrador_alcalde.txt
  • Última modificación: 2019/09/26 22:28
  • por 127.0.0.1